El eslabón de Chihuahua

          Probablemente, seamos fruto de un eslabón perdido. Al menos, hasta que un dios al que casi nadie comprende haga acto de presencia. La mayoría daríamos por bueno que lo hiciera incluso recurriendo a la pantalla de plasma sin admitir preguntas en una comparecencia improvisada. Sin embargo, y mientras no se muestre, tiendo a pensar en el azar evolutivo como fuente del increíble origen de la vida y de los seres vivos. Y en la tremenda consecuencia que de ello se deriva. 

          La primera, y quizá una de las más relevantes para muchas personas, es lidiar con la falta de incertidumbre. La única certeza que se puede tener es que la guerra está perdida hagamos lo que hagamos. Se podrán ganar muchas batallas, como la que libramos contra la pandemia, pero, como se suele decir, en cien años todos calvos. Resulta sobrecogedor pensar que en poco más de un siglo, allá por el 2150, ni una sola de las más de siete mil millones de personas que hoy pueblan la Tierra estará viva. Además, habrán nacido y desaparecido algunos miles de millones más y, para pasmo del propio planeta, lo habitarán probablemente unos diez mil millones de personas que, todavía hoy, no existen.

          Todo ese cataclismo humano ocurrirá a gran velocidad. Para un planeta 150 años no es más que el equivalente al suspiro de una persona. Pero incluso podría ocurrir antes y, de hecho, de manera muy diferente. Cada individuo es una maraña de billones de virus y bacterias, un inmenso conglomerado de ladrillos biológicos que nos ha traído hasta nuestros días y que es imprescindible para el frágil equilibrio de la vida. Una combinación inabarcable de casualidades evolutivas que, en ocasiones, toma un camino equivocado. Hasta ahora, hemos sabido evitar, con más o menos suerte, los zarpazos del destino como especie.

          El hombre actual trata de vencer la certidumbre buscando explicaciones a través de la ciencia, explorando el espacio, los recursos marinos o elaborando teorías filosóficas. Es lógico, queremos trascendernos a nosotros mismos y explicarnos nuestro papel en el universo. Pero es como si Cristobal Colón, con la tecnología del s. xv y sus tres navíos, se hubiera propuesto llegar al planeta Marte y colonizarlo. Tan lejos estamos de nuestro propósito.

          En esa carrera hacia adelante quizá encontremos soluciones, pero es posible que jugando a ser dioses también tropecemos con algún eslabón perdido en un sueño de eones. Y que con ese trozo de material biológico descubramos la suerte que tuvimos de que no triunfara, de que no encontrara el camino para hacerse con el control de la situación. La pregunta más inquietante es ¿cuándo ese día llegue, qué hará con ello el ser humano? La historia de mi próxima novela puede tener tintes distópicos, pero más que posibles.      

          

6 opiniones en “El eslabón de Chihuahua”

  1. Desde mi punto de vista uno de los mayores y más graves problemas para entender si somos o no, el fruto de un eslabón perdido, es esperar a que aparezca “un dios” que nos de algún tipo de respuesta. Efectivamente somos un eslabón de una larga y desconocida cadena genética, pero no creo que ese eslabón esté perdido, lo que está perdido es el insaciable deseo de la mente de poder abarcar y controlar aquello para lo que no está diseñada.
    Me gusta más pensar en la epigenética que en el azar evolutivo.
    Divagar sobre la permanencia o no del ser humano a través del tiempo, ya de antemano, no es algo prioritario desde mi Aquí y Ahora, en ese sentido la guerra si está perdida, sin embargo si filosofamos un poco, habremos de entender que algo de lo que alguna vez existió en un ser humano, seguirá exisitiendo aunque con otra forma más perfeccionada.
    Somos tan imprescindibles y tan permanentes como la ínfima gota de agua de una inmensa y continua ola, en un mar inabarcable al que llamamos universo.

  2. Miguel Angel, me atrevería aventurar que los humanos que habitamos en la actualidad, desapareceremos… Y seremos reemplazados por otra con nuevas capacidades y limitaciones, porque la evolución no se detiene…

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