Es conocida la fábula de la rana nadando en el agua que, sin que el bicho lo perciba, se va cociendo hasta morir de calor. Se suele usar para mostrar las consecuencias del conformismo, y como metáfora de lo que ocurre con las personas que creen que todo está bien o piensan que las circunstancias siempre les son ajenas. Les es cómodo pensar que las cosas deben resolverse solas, o que de no ser así otros las arreglarán para ellos y para todos los demás. A pesar de que, mientras tanto, lo habitual es que empiecen a sudar sin moverse.
A las sociedades les ocurre, en ocasiones, lo mismo que si de un conjunto de ranas flotantes se tratara. Es hasta cierto punto comprensible, porque como bien pensantes y ciudadanos de orden pensamos que el sistema democrático es infalible. Sin embargo, como desgraciadamente demuestra la historia, no lo es. Ni mucho menos. Una gran cantidad de indeseables protagonistas han llegado al poder gracias a las urnas, es decir, ganando las elecciones. Recuerde el lector el infame caso del nacional socialismo alemán en los años treinta del siglo pasado. Hitler ganó las elecciones y el resto ya lo conocen. No es el único caso.
En España, aunque hoy andamos tratando de reescribir la verdad con tinta invisible para poderla corregir a conveniencia, el Frente Popular ganó las elecciones y durante los meses de gobierno antes de la rebelión militar se dedicó a promover miles de asesinatos, represalias, amenazas, quemas de iglesias, expropiaciones de tierras y un largo etcétera de crímenes sin cuento. Nadie hizo nada por evitarlo, y los españoles de entonces se comieron una guerra, cientos de miles de muertos y cuarenta años de dictadura y represión: cojonudo. Así de listos somos los de la piel de toro.
Durante los años perdidos del franquismo el lema: «de política no se habla» era la norma generalizada para andar por casa y por las calles. No en vano, la mano militar y censora represaliaba a cualquiera que tuviera la tentación de expresarse en libertad contra el poder del dictador o sus mafiosos y psicópatas. Por suerte, con la muerte del régimen nos convertimos en una democracia liberal, y se suponía que la libertad quedaba conquistada. Seguro que usted se ha dado cuenta de que han pasado desde 1975 hasta hoy la friolera de medio siglo. Sin embargo, cabe la posibilidad de que esté empezando a percibir cierto calorcito de un agua que comienza a hervir.
Pensaba esto porque uno ya está hasta las meninges de que le vengan con el mismo cuento: «de política no se habla». Y estoy hasta sálvese la parte porque es algo que te dicen siempre los mismos: los librepensadores del socialismo, los progresistas que reparten carnés de buenos y fachas, los guays defensores de la igualdad desde sus moquetas, desde sus chalés de lujo y sus fiestones de gente cuqui, los viva la pepa y ponme una picaíta mientras te sujeto el cubata. Esos, los defensores de la libertad de expresión, son los que tienen cuando les interesa la boca llena de aquí de política no se habla a la espera de que acabemos cocidos como ranas. Conmigo lo llevan crudo.
lo comparto totalmente
Gracias, Gloria.
que tristeza me da tener que darte la razón, y no poder hacer nada para remediarlo aparte de votar en consecuencia cuándo me toca
..
Pues sí, eso nos queda y la opinión mientras tanto.
Miguel Ángel, que cierto, la mediocridad nos invadido y el personal tan augusto, a mi me da vergüenza ver este parlamento y senado que tenemos y ya no quiero ni hablar de Bildu, Erc, Junts etc que andan todos contentos porque este gobierno es muy progresista, que no han dado el 95% un palo al agua, pero son unos anarco- comunistas de salón como bien dices.
A ver si aprendemos.
Lo general, lo que nos publicitan, los influencers, las tertúlias, etc están consiguiendo que lo general se sobre ponga a lo particular. Y si sigues en lo particular te tildan de ser un tío raro. En consecuencia no es de extrañar que vayamos cada vez más, hacia una sociedad teledirigida por unos pocos
Coincido, Arturo.