No es lo que parece

         «No es lo que parece» es una frase que culminaba un chiste muy conocido y contado hace tiempo y que, quizá, aun se cuente durante las sobremesas subidas de tono en las comidas de empresas y familiares. La expresión hacía referencia a la excusa del infiel o la infiel pillada in fraganti en la cama con el amante, y la propuesta banal dirigida al cónyuge engañado ante la incuestionable evidencia. Ignoro por qué la reacción causaba hilaridad un tanto infantiloide, en fin, quizá sea que la capacidad de sorpresa ante la desvergüenza aun se encontraba un tanto virgen en la ciudadanía.

          Hoy vemos animales de dos patas, palmípedos, blancos y con plumas que lucen un pico en forma de pala y que articulan un sonido típico: cuá cuá… Pasean por nuestros jardines y parques públicos, quizá dándose un chapuzón en la alberca y les tiramos miguitas de pan. La mayoría de las personas les llamamos patos a estas simpáticas aves, y lo hacemos como fruto de la observación y la experiencia. Ese conjunto de aptitudes que nos han servido para sobrevivir como especie a lo largo de los siglos. Bien es cierto, que no todos, y que algunos ilusos o despistados siempre terminan siendo tragados por un lobo disfrazado de Caperucita que dice cuá como un pato, de manera un tanto ecléctica.

          La teoría Interpersonal del Engaño (TIE) se centra en cómo el contexto, las cogniciones y las emociones del emisor y el receptor afectan a la comunicación engañosa. Así quien ha sido criado como pato, se ve influenciado por su infancia y tiende a considerarse en el mundo de Donald Duck. Da lo mismo que el pato lo imite Mr. Bean, o que en vez de un lago o una charca bucólica en el parque se trate de un frío monte, y que los candorosos pajarracos en vez de interesarse por las migas de pan, intercambien mochilas con papeles que conviene hacer desaparecer. Convendrá conmigo en que todo eso es irrelevante, porque pato es pato.

          Pensaba esto porque esta semana uno de ellos, disfrazado de Mr. Bean fue visto por Madrid en compañía de un ave rapaz. Son muy huidizos estos palmípedos porque siempre hay depredadores y, como han evolucionado por el interés del bien común, se les vio adentrarse en una zona sin cobertura móvil ni de comunicaciones alrededor de El Pardo. Allí borraron y liquidaron toda señal de haber sido alimentados y amaestrados por el conocido gorila Magila de Venezuela, bulo que corre por la corte madrileña. Además, las dos crías del papá pato disfrazado de Mr. Bean, imitaron a papá borrando todo vestigio de crianza y beneficios caribeños.

          Por eso, debemos deducir que esta vez tampoco es lo que parece. Dicen los mal pensados, que debajo del disfraz de Mr. Bean estaba un tal ZP, y que el acompañante esa fría mañana era un tal Julio que se embolsó 53 kilos de billetes para sobornos en Venezuela. Que la casualidad les llevó muy temprano a un monte escondido de Madrid una fría mañana de un día festivo de diciembre, y que el borrado de mensajes y la destrucción de pruebas allí realizados fue accidental,  y que Plus Ultra y la macaca Delcy y sus maletas con oro contenían en realidad migas de pan duro. En fin, piensan los mal pensados, que cabe la posibilidad de que ese tipo, en realidad, quizá le estuviera echando un polvo a la parienta en su propia cama cuando el cornudo llegó y los sorprendió. No me cabe duda de que entre los españoles hay muchos dispuestos a defender que «no es lo que parece», así tengan que hacerlo en su propia casa. 

2 opiniones en “No es lo que parece”

  1. Cuá, Cuá, Cuá… El día antes un chivato director había soplado y tomado la batuta para dirigir la 9ª Sinfonía del Nuevo Quá, Quá, Quá.
    Y todos adormilados… aplaudimos desde los balcones.

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