La razón de ser

          La razón de ser es el fundamento que justifica lo que hacemos, el motivo que nos llama a la acción. Cada persona, incluso cada grupo, actúa en función de ello, o elige un elemento central que vertebre su forma de proceder. Por ejemplo, si uno es socialista cree en la igualdad y en el Totus Tuus. Ello significa, sobre todo, luchar contra la pobreza y erradicar las carencias de las clases más desfavorecidas. Aupar a los que deambulan sin rumbo o sin oficio ni beneficio, por la razones que, sobrevenidas o provocadas, se den en cada caso.

          Es una labor noble. ¿Quién no querría una sociedad sin pobreza ni necesitados? Todos aspiramos a vivir en un mundo mejor, a prosperar y a ver nuestros sueños realizados. Cuando esto no ocurre, que es lo más frecuente, es necesario que entre en juego el socialismo y trate de atenuar las diferencias entre los que se quedan atrás y los más aventajados. La gente se aventaja, a veces, por las razones más variopintas. Algunos incluso porque destacan en lo suyo, o curran más y mejor que otros, pero estos no necesitan apoyo socialista, al contrario, hay que descargarles de resultados para repartirlos. 

          Pensaba esto, porque la razón de ser de cada ideología, de cada acción, o de cada conducta individual o grupal necesita que el Letimotive sobreviva y suene de fondo constantemente. Lo hemos visto, por desgracia, en el narcotráfico. Si nadie consumiera drogas no existiría ni la producción ni el mercado de las drogas. Es lógico pensar que al narcotraficante, al camello, e incluso al productor en la selva de Bolivia le interese que siga habiendo drogadictos, muertos, asesinatos y tragedias derivadas de su labor. O que si palman sean reemplazados por nuevos adictos.

          Esto se puede aplicar a prácticamente toda acción: al juego, al alcohol, a la pornografía y, obviamente, al socialismo. En un país donde todo el mundo prospere por sus propios medios, emprenda, gane un buen dinero y viva bien, la razón de ser del socialismo se desvanece. Y, sí, ya lo sé. Usted dirá que eso es utópico y por eso se necesitan socialistas que lo compensen. Lo vemos cada día: desde las altas instancias se da trabajo a la prostitución, se consumen sustancias, se alienta el servilismo y se compran voluntades. Se enorgullecen no de cuántas empresas nuevas se crean, sino de cuántos miles de personas más están recibiendo subsidios.

          Tiene toda la lógica. Vicent Van Gogh ya descubrió en su conocida obra «Los comedores de patatas», la dureza del trabajo obrero durante la Revolución Industrial. Tuvo que escuchar tantas gilipolleces que decidió, poco después, cortarse una oreja. La cuestión es bien sencilla: ¿Si la razón de ser del socialismo son los comedores de papas, usted qué diría que va a defender y  a tratar de que nunca falte? Ya le doy yo una pista: al socialismo no le interesa la gente aficionada al jamón de bellota y al caviar beluga, porque eso es materia reservada solo para ellos. 

 

            

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