Sexo, dinero y poder se suelen considerar las motivaciones a la acción en la historia de la humanidad, desde el principio hasta nuestros días. Usted, que es un lector cultivado pensará: «¡Oiga!, que en la Edad de Piedra no existía el dinero». Y tiene razón, pero ya había quienes tenían bienes materiales que, por exiguos que fueran, constituían una forma de capital susceptible de ser canjeado por otros bienes necesarios a través del trueque.
Y que decir del sexo y el poder. Es cierto que el sexo, como es natural, forma parte consustancial de la existencia humana por razones obvias. También ha movido pasiones espurias y traiciones. Se ha usado como arma por las mujeres y, sobre todo, contra las mujeres. El cuerpo de las mujeres como objeto usado para el abuso sexual y la violación es una constante en los conflictos armados de todas las épocas. Con frecuencia el poder se utiliza en las sociedades modernas para coaccionar y conseguir de la mujer favores sexuales ante amenazas explícitas o enmascaradas.
También son el sexo, el dinero y el poder tres ingredientes habituales en la historia de la literatura, a menudo combinados con los momentos históricos de un pueblo: rebeliones, dictaduras, colonización etc. Como se nos cuenta en el caso de la novela «El emperador del hambre», de mi amigo y colega el escritor argentino Aldo Ares, publicada por Elvo editorial. Y que tendremos la oportunidad de comentar en La Casa del libro de Sevilla, el próximo 27 de septiembre.
Un relato de la historia reciente de Guinea-Bisáu trufado de estas tres características en grado excelso, casi como únicas motivaciones suficientes para toda las de iniquidades: asesinatos, traiciones, corrupción y toda la lista de bajezas humanas. Una novela, sin embargo, que enseña la parte buena del ser humano y, por ello entiendo, la necesaria contención para convivir y gestionar los tres demonios: sexo, dinero y poder.