A indios y vaqueros

           Los niños de mi generación no tuvimos internet –porque no existía–, como no había teléfonos móviles ni posibilidad de otro entretenimiento que la calle. Eso sí, yo creo que éramos ricos en imaginación a falta de la actual tecnología anestesiante. Inventábamos juegos cada día y uno de los más recurrentes era el de indios y vaqueros. Estimulados por las películas de John Wayne y las peripecias de Toro Sentado. Así, la pandilla se dividía en dos grupos de no más de tres o cuatro niños por bando y nombraba un jefe por cada lado.

          Si eras de los vaqueros se supone que estabas con los buenos y que, a la postre, ganarías las disputas que iban a tener lugar a lo largo del día. Sin embargo, muchos queríamos formar parte de los indios porque era condición indispensable hablar en indio. Para ello, usábamos dos recursos: o bien el uso del infinitivo como única forma verbal y decíamos «yo merendar pan con chocolate.», o usar una sola vocal en todas las palabras. Con este segundo método solíamos hacernos unos líos importantes.

          El resultado final era bastante lustroso y daba el pego. Todo el mundo sabía al escuchar hablar a los niños quién estaba haciendo el indio. Llevo un tiempo con estos déjà vú de mi infancia. Sin ir más lejos, hace unos días, nuestro gran jefe indio llamaba a las tropas desplazadas a Lituania soldados y soldadas. Cosa que, por aquello de la semántica, viene a querer decir soldados y vuestras pagas. Y una periodista en su papel de india preguntaba a una mujer oficial: ¿prefiere usted que le llame capitán o capitana? A lo que la aludida respondió: «disculpe, pero capitana no existe». 

          Lo cierto, es que hoy uno nunca está soles según la ministra india, que en el lenguaje de los indios viene a significar que hace un calor que te rilas por la pata debido a la clonación del sol. El otro día después de ver un video de Rosalía en Youtube, me gustó tanto la escenografía que dejé un comentario: «esta chica es un genio» Y no tardó en lanzarse sobre mí una miembra de una tribu cercana para corregirme con la palabra «genia» que, si bien existe, significa según la RAE origen o proceso de formación y nada tiene que ver con la genialidad de la artista. 

          Ayer, sin ir más lejos, zapeando como suelo hacer vi a Nicolás Maduro dejando de hacer el gorila para hacer el indio y decía a la audiencia: «ese es nuestro compromiso, el de todos, el de todas, el de todes». Se pueden imaginar el pasmo y las risas. En definitiva, he llegado a la conclusión de que hay un juego de indios y vaqueros muy extendido en ciertos sectores, y que entre ellos se pasan consignas para que los demás no las entendamos, usando ese lenguaje indio que ya teníamos algunos enterrado en el baúl de los recuerdos de nuestra infancia. 

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