Del Vaticano a las trincheras

          Yolanda Díaz desconoce que aquello de: «O gobernamos nosotros o guerra» ya se dijo antes en el Parlamento español. Lo dijeron los de su cuerda, en la España convulsa de los años 30 del siglo pasado. Lo que seguro que no ignora es que, al final, hubo una guerra que perdieron y que sumió a España en décadas de oscuridad y aislamiento. Durante los 3 años de conflicto, además, se perdieron generaciones de jóvenes españoles. Resulta indecente y, casi inconcebible, que una vicepresidenta del gobierno, casi un siglo después, amenace como lo ha hecho esta señora. Pero la palabra dimisión y dignidad hace tiempo que este gobierno la borró de su diccionario, así se hunda el país. Ellos encima. 

         Ya vimos las técnicas vintage de Pablo Iglesias y los suyos en las elecciones del pasado mes de mayo: los sobres con balas amenazantes, los cuchillos ensangrentados, el airear que vienen los fascistas y la Wehrmacht a desfilar por la Castellana y, en fin, toda esa panoplia de gilipolleces que los madrileños no se creyeron y castigaron con severidad en las urnas. Como la derrota de 1939, la de mayo de 2021 en Madrid, tampoco la han digerido todavía. Estos, por alguna razón esotérica, creen que la democracia es, simple y llanamente, que gobiernen ellos. Así se pasen por el forro al poder judicial, al Constitucional, o traten de silenciar e intimidar a la oposición y los medios no afines con técnicas alcaponescas. 

          Lo cierto es que después de las elecciones de mayo de este año, en Madrid la economía crece como una locomotora, se han bajado los impuestos y se crea empleo. Para sorpresa de muchos aún no han empezado las obras del gueto de Vallecas, y los campos de concentración que iban a ir en la zona de Coslada están sin empezar. Los bares y restaurantes a rebosar y el consumo disparado y recuperando la economía regional. Algunos miramos con estupor a otras regiones como Cataluña. No damos crédito a la destrucción sistemática del tejido industrial. Esta semana Nissan se ha ido de allí dejando paro y tristeza familiar antes de Navidad, o qué decir del acoso de tintes nazis contra niños y sus familias porque quieren que las sentencias se cumplan. Y soportar, que lo impidan los socios de Yolanda Díaz y Sánchez. Y miramos con vergüenza a todos esos varones callados del PSOE, cómplices por un plato de garbanzos.

         España ha bajado, según todos los rankings internacionales, en el índice de calidad democrática en los últimos dos años. No hace falta que lo diga The Economist o Human Right Watch, es que es algo más que evidente. El ataque sistemático de dos de los poderes del Estado al poder judicial y a la Constitución es una deriva, clara y planificada, hacia una democracia iliberal. Y eso, mucho me temo es lo que persigue este gobierno. Un país en el que bajo el señuelo de que se puede votar, se acabe por perder la libertad que representa una democracia verdadera y real.     

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