La semana ha estado movida en el mundo del deporte y de las vacunas, en concreto del tenis y del conocido jugador serbio, Novak Djokovic. Show al que se ha sumado un padre que nos recuerda a aquellos serbios de los años 90, de palabras gruesas, trascendentes y, sobre todo, muy serbios. No tardaron en sumarse un batallón de expertos en agitación y dictar derechos universales a golpe de tuit. Por suerte, también hemos visto y leído manifestaciones sensatas y responsables al respecto de la polémica.
Pero al grano: ¿Tiene una persona, sea Djokovic o Pepe el fontanero, derecho a no vacunarse? La respuesta es obvia, claro que tiene derecho a no vacunarse. Solo faltaría que nos montáramos una sociedad donde una policía sanitaria nos detuviera y nos amarrara a un sillón para inocularnos a la fuerza. También tenemos derecho a fumar, a conducir con licencia, o a bebernos en una hora una botella de Anís del Mono. Nada de eso está prohibido y cualquier ciudadano tiene derecho a ello, pero como es lógico, asumiendo consecuencias y algunas limitaciones.
Por ejemplo, no se pude fumar en un restaurante, no se puede conducir a 200 km por hora o bajo los efectos de las drogas y, si pretende embarcar en un avión con una curda de anís, le van a denegar el acceso y perderá el vuelo. Las autoridades australianas han sido muy claras respecto de la situación del tenista: «No está retenido en Australia, puede irse cuando quiera». Pero si no trae el certificado de vacunación aquí no entra, se sobreentiende. Y es lógico. La libertad de Djokovic no puede empezar donde termina la seguridad de los australianos.
Novak es el claro ejemplo de niño mal criado de esta generación, en la que una parte de los jóvenes educados por unos papás acomplejados, como diría el juez Calatayud, los mal crió bajo el paradigma de que todo les estaba permitido. Un error que les ha convertido en individuos sin empatía, pagados de sí mismos y seguros de que si se les pone cualquier límite a su caprichosa voluntad es una injusticia. ¿Qué se puede esperar de un padre que vocifera que lo ocurrido es un ataque contra Serbia? Ahí queda eso. O que su hijo es el nuevo Espartaco de las libertades, y un pañuelito de simplezas y majaderías de ese tenor.
Todo el mundo tiene derecho a no vacunarse, y todos los pueblos, sociedades, comunas o clubs privados tienen derecho a defenderse de los posibles efectos contra la salud de sus miembros. Y en Australia, en particular, no tienen complejos en recordar a quienes les visitan que allí mandan ellos. Que ellos ponen las reglas de quién entra en el país y quién no, y los requisitos que se deben cumplir para entrar en su territorio. Vamos, de pura lógica. Y si no, miren como lo explican sus gobernantes en las campañas de inmigración.