Los grupitos de wasap se han convertido en un gallinero, leía esta semana a alguien de un grupito de wasap al que ambos pertenecemos. Una de esas personas que apenas escriben ni responden porque su objetivo es el modelo de participación de la zorra en el gallinero. Es decir, comerse los huevos gratis y evitar ser detectada. Lo que en términos de biología se conoce desde hace mucho tiempo como parasitar.
Cada mes de septiembre se dispara la actividad de los grupitos de wasap: asociaciones de vecinos, socios del club y, como todo el mundo sabe, los de padres y madres de alumnos en edad escolar. Yo no tengo hijos en el cole, así que por ahí libro, y la que esta semana se quejaba del gallinero wasapero, no tiene ni edad ni mérito para ejercer.
Es inevitable que los grupitos de wasap se conviertan en sucesiones interminables de felicitaciones y bienvenidas, de agasajos o de consuelos y de deseos de mejora. La mayoría de los participantes silenciamos la campanilla para no ser continuamente interpelados, y gestionamos la vertical lectura en el momento que nos es más apropiado. Así pasamos resignados y en silencio por el: «Hola, Pepa. Bienvenida y me alegro de verte. Y yo, soy Juana. Y yo a ti. Yo también Pepa. Hola, Pepa soy Pepe también, y yo, Pepa, hola Pepe conozco a Pepa, hola empanadillas Pepa???, si al habla. Dos de carne, pero qué dices Pepe???» Y así hasta el mensaje 167.
A la zorra wasapera no le gusta que haya perros en el gallinero ni le interesa el orden. Es bien conocida la fábula aunque se pueden encontrar versiones muy diferentes en cuanto al desarrollo y su final. Con la edad se vuelven perezosas y no están para dar saltos. Lo más frecuente es la reconversión en terapeuta de caseta de tómbola de feria. Un oficio que el filósofo argentino ha hecho popular gracias a su melodía fonética para soltar tonterías sin sentido y anudarlas como ristras de chorizos los domingos que juega el Madrid.
Los grupos de wasap son una herramienta de comunicación e interacción social. Tienen sus gateras donde a menudo la zorra, emulando a la noble gata, las deja llenas de pelos. Padezco desde joven una tremenda alergia a la falsedad y la impostura, al culebreo y a la falta de autenticidad. Y, quizá sea esa, una de las razones por las que que la zorra tiene pocas opciones de medrar, al menos, en los gallineros en los que aun sin que haya perro defensor pueda llevarse, de vez en cuando, una mordida.