Barrio Sésamo

          Barrio Sésamo se emitió en España, por primera vez, allá por 1979 y fue muy popular en la década de los 80. Se trataba de un tele teatro infantil realizado por actores disfrazados de personajes como la Gallina Caponata o Espinete. Recuerdo las tardes en las que, sin posibilidad de zapeo, encendías la tele y allí estaban, con sus voces estridentes y entonaciones acentuadas, enseñando a los más pequeños la diferencia entre arriba y abajo y cosas muy básicas de ese estilo. Conceptos que se podían engullir junto con la tostada untada de Nocilla y los morros pringados de chocolate. 

          Muchos de aquellos niños ochenteros, hoy ocupan cargos de elevada responsabilidad en grandes corporaciones, o en altas instancias de la Administración pública (no confundir con políticos), es decir, altos funcionarios de carrera. Por no citar notarios, o científicos de toda índole y disciplina. Otros son profesores, catedráticos, en fin, un ejército de gentes que sostienen el país en pie. Cada cual, con su esfuerzo y posición, según su circunstancia y mérito, se fue labrando un futuro más o menos prometedor y hoy están en la antesala de la jubilación.

          Una gran parte de esas posiciones se consiguieron a base de sudor y mucho esfuerzo, de exámenes interminables, pruebas técnicas y entrenamiento. Es decir, invirtiendo el tiempo de las noches sin dormir en un futuro que, bañado en café y nervios a la hora de jugársela en el ruedo, acabó por merecer la pena. La realidad es dura: un piloto de aviones no se puede equivocar y pulsar el tren de aterrizaje en vez del piloto automático, un ingeniero no puede calcular mal la carga soportable para un puente y, usted haga lo que haga, seguro que si la fastidia le va a salir caro o, en el peor de los casos, puede que se quede sin empleo.

          Por eso, los niños de Barrio Sésamo saben distinguir entre arriba y abajo. Es posible que, en un mal día y con el despiste de la tostada, cometieran un error de apenas un segundo pero luego rectificaran enseguida. Y esa, es una gran diferencia con quienes hoy manejan nuestra barca política. La que hay entre aquellos niños y un alelado que, cobrando una pasta impresentable de las arcas públicas, es capaz de marrar 3 veces el mismo día al elegir entre la complicada disyuntiva SI o NO. Cuando además, le han señalado donde poner el dedo, y en un alarde de tozudez confirma el error.    

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