Una de las teorías que ha circulado sobre el origen del SARS-CoV-2, y que de hecho continúa circulando, es que se trata de un virus modificado o tratado en laboratorio con diferentes fines poco deseables. Entre ellos, cabe destacar la elaboración de armas biológicas o incluso el bioterrorismo. Algo que al parecer, y en opinión de la ciencia y quienes la practican, es relativamente sencillo de conseguir con medios y conocimientos al alcance de muchos países.
La historia de las armas biológicas es muy antigua y hay innumerables casos en la literatura y los documentos que narran la evolución de las civilizaciones y sus relaciones con la virosfera y con las bacterias. Y los testimonios de cómo la biología fue usada como arma arrojadiza contra los enemigos durante la guerra. Desde diseminar sustancias tóxicas en el agua destinada al consumo humano, a lanzar cadáveres putrefactos en catapultas contra las murallas enemigas.
¿Quién no ha oído hablar del ántrax (carbunco en español). Una enfermedad causada por la bacteria Bacillus anthracis, famosa desde que en 2001 alguien tuviera la ocurrencia de diseminar con ella lo mismo vagones del metro de Nueva York, que un indeterminado número de cartas del servicio postal. Más de veinte personas perdieron la vida de manera aleatoria y muchas más resultaron infectadas y enfermaron.
La guerra química y biológica ha sido y es una realidad de nuestro tiempo. Desde la I Guerra Mundial hasta nuestros días ha estado presente en casi todas las formas imaginables. Se han quemado bosques y poblaciones con Napalm, se ha gaseado a millones de personas con Zyklon B, se han enviado globos plagados de pulgas infectadas con la peste bubónica contra el enemigo, y se ha quemado, literalmente, a poblaciones enteras con sustancias corrosivas.
Hoy, como nunca antes, manipular material genético y producir armas a partir de un virus es algo tan fácil que nadie pone en duda que pueda hacerse. Hace apenas cuatro años, los canadienses lograron sintetizar en laboratorio nada menos que la viruela. Una amenaza con una tasa de mortalidad treinta veces mayor que la del coronavirus actual. Y lo hicieron con un presupuesto de algo más de 80.000 euros.
Desde mi punto de vista, el simple hecho de que fabricar armas biológicas capaces de aniquilar a millones de personas a nivel global sea tan fácil y barato; que exista de manera accesible la tecnología y el conocimiento necesarios para hacerlo y atendiendo a nuestro histórico como especie… Me parece suficiente como para considerar que, lejos de ser una conspiranoia, la teoría tiene aspecto de ser algo perfectamente factible. Si no en el caso del SARS-CoV-2, quizá y ojalá me equivoque, en el futuro que nos espera.