Decía un escritor galardonado con el Premio Nobel hace unos años que lo suyo era la literatura, y que el mundo de los premios era otra cosa que a él le interesaba bastante poco. No obstante, le habían concedido el premio gordo y como es lógico lo aceptó. Mi madre, con su sabiduría a pie de calle, decía con frecuencia que a nadie le amarga un dulce. Ignoro si era un refrán aprendido o el fruto de su venerada afición por la repostería. En cualquier caso, a mí me parece lógico que a cualquier persona que escribe para que le lean le agrade recibir un premio por hacer lo que le gusta.
Sin embargo, un premio literario puede ser también otras dos cosas: una trampa y un dulce envenenado. Lo primero porque hay decenas de ellos cada año promocionados por editoriales de prestigio, como es el caso de Planeta. Reciben cientos de manuscritos en cada edición, incluso algún millar. Muchos de los cuales, la mayoría cuenta la leyenda, ni siquiera llegan a los miembros del jurado. Se acepta que un premio es, sobre todo, una operación de marketing del sector editorial. ¿De qué otra forma se puede entender un adelanto de un millón de euros a una tal Carmen por mucho que mole? Cuando cada año demasiados lectores quedan decepcionados al leer lo que terminó siendo premiado.
Hay otras ocasiones en las que una editorial decide premiar una novela de un autor desconocido, no es frecuente pero ocurre. Y es sensato pensar que lo hace como apuesta por la calidad literaria. Al menos, en mis manos han caído algunas novelas que cumplen ese criterio. Y luego, algo ocurre y el premiado autor nunca vuelve a publicar algo que merezca el aplauso del público y la crítica. Incluso se esfuma, y nunca más se sabe de él o de ella. Ya veremos las próximas novelas de los tres mosqueteros, unificados bajo el seudónimo de Carmen Mola, la acogida que reciben en el futuro.
Estoy convencido de que muchos de ustedes han leído alguna de las tres novelas de la trilogía de Carmen Mola, yo también, una de ellas. Me gustó. Me pareció entretenida pero no soy muy amigo de las trilogías. Y tampoco soy muy de las tramas de moda, esto último me produce un tremendo cansancio. Hoy uno repasa la sinopsis de las veinte novelas más vendidas y… ¡Oh, casualidad. Quince siguen el mismo patrón argumental! Hasta no hace mucho era algo así como chico encuentra chica y se enamora, el amor se ve amenazado, y finalmente chico resuelve el conflicto y los dos son felices y comen perdices. Pues por el estilo.
Por eso, puestos a hacer experimentos de lectura, es mejor no dejarse llevar por los premios y decantarse por algún completo desconocido como Abdulrazak Gurnah, por ejemplo. Un escritor africano al que nadie lee y del que nadie ha oído hablar.
Miguel Ángel, de acuerdo totalmente contigo, es puro marketing y lo dicho muchas novelas no merecen ese premio, demasiadas en mi opinión.
Y hablando de trílogias este verano me terminé la de PALMAGALLADA y es la historia buena, pero el vocabulario de lujo.
Un abrazo, Jorge
Gracias, Jorge: me apunto la recomendación.