¿Cuento chino?

          La versión más aceptada acerca de la etimología de la conocida frase «un cuento chino» es la que se atribuye a Marco Polo. Según esta teoría, fue acuñada gracias a los viajes del famoso veneciano recogidos por Rustichello de Pisa en la obra Los viajes de Marco Polo. Es fácil imaginar que, en Plena Edad Media, los hallazgos y vicisitudes narrados por el viajero y mercader italiano suscitaron todo tipo de suspicacias. Las historias fantásticas acerca de lugares, animales y costumbres nunca vistas debieron caer como herejías entre los más descreídos. Y de ahí que sus historias pasaran a la posteridad con esa etiqueta que, a de día de hoy, desdice más de los chinos que del propio Marco Polo.     

          Siete siglos más tarde, esta nueva pandemia que azota el mundo no es ajena a los relatos alternativos o, quién sabe, si como en el medievo los desviados de la realidad somos los incrédulos y quienes nos conformamos con el relato oficial, si es que hay alguno. Una cosa, al menos, tenemos clara. Este desastre lo está provocando la acción de un virus sobre la salud de las personas. Sin embargo, lo que quizá no es del conocimiento de la población en general es que los virus pueden ser de origen natural o no, es decir, pueden ser creados artificialmente.

          A considerar una posibilidad alternativa nos ha ayudado esta semana el periodista de investigación Iker Jiménez, conocido por su famoso Cuarto Milenio. En un nuevo programa  –Horizonte–, esta semana nos ha presentado a la doctora Li-Meng Yang. Una prestigiosa investigadora de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Hong Kong huida a Estados Unidos y protegida en lugar secreto por el FBI. Las declaraciones de la viróloga, en una entrevista que se convierte en un documento memorable visto en algunos tramos por casi siete millones de personas, no dejan indiferente a nadie. Menos aún, cuando proceden de alguien con publicaciones en las revistas científicas más prestigiosas del mundo como Nature o The Lancet.

          La posibilidad de que este virus proceda de una manipulación intencionada, por así decir, cierta o no, resulta desconcertante. No solo porque pudiéramos estar en manos de una estrategia bélica desconocida para el común de las personas y, que dicho sea de paso, ya se ha cobrado un millón de vidas, sino por algo aún más inquietante. La innegable certeza de que, más pronto que tarde, será posible fabricar armas biológicas sin restricciones, cuyas consecuencias globales pueden hacernos regresar a la edad de piedra sin derribar un solo edificio. 

          Sin duda esta línea de investigación debe seguir abierta, la cuestión es cuántas Li-Meng Yan hay en el mundo o, personas capaces de decir lo que ella dijo en directo durante la entrevista de Iker Jiménez: «seguiré desvelando la verdad al mundo, antes de que me maten.»     

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