El inseguro es ese documento que, en ocasiones obligados por la ley o los bancos, usted firma y contrata con una compañía de «seguros». Le parecerá un oxímoron, pero créame que nada hay más inseguro que una póliza de seguros. Esas 50 páginas en las que le prometen la salvación en caso de accidente o desgracia en los primeros párrafos, y las miles de razones por las que no lo harán en las siguientes 49 hojas. Uno de esos contratos que se denominan de adhesión en los que el cliente, como parte contratante, no tiene nada que negociar ni que decir. Lo tomas o lo dejas: punto.
Pensaba esto porque cada vez que ocurre una tragedia como la de esta semana, o el reciente incendio del edificio que ardió como una tea, no puedo evitar una sensación de desasosiego cuando pienso en los afectados, y en cuando intenten cobrar la indemnización que les haga sacar el cuello de la ruina y rehacer sus vidas. Ya se lo pueden tomar con una gigantesca dosis de paciencia para no provocarse una úlcera o una patología cardíaca. Una cosa debe tener en cuenta cada afectado: el seguro hará todo lo humanamente posible por no pagar ni un euro.
Pronto descubrirán lo fácil que es perder la calma, apenas marquen el teléfono de la compañía y descubran que allí no suele haber nadie que responda. Lo más habitual es que le atienda una maquinita que lo mareará con una locución de media hora en dos idiomas informándole de sus derechos sobre protección de datos. Si tiene suerte y luego de comerse la chapa no se corta la llamada, que se prepare para el mareo de preguntas y que si marque tal o marque cual. Tras lo cual le pondrán una musiquita de la usada como tortura en los campos de concentración. Todo por ver si se aburre el cliente y cuelga o estrella el teléfono contra la pared.
Si tras algunas mañanas dedicado en exclusiva a tratar de contactar lo consigue le darán una primera respuesta: su póliza no cubre lo que ha pasado. Es una respuesta estándar. Y quizá el desdichado, si le quedan ganas buscará un abogado para que le represente y al que le dirán lo mismo. Si aún así decide pleitear, y soltar dinero en vez de recibirlo, lo mas probable es que vea como se acorta su esperanza de vida sin que pase nada: sus hijos se hacen mayores y se casan; nacen nietos y se celebran muchas Navidades, pero todo ello sin saber nada del juzgado. Cosa que los del seguro saben más que de sobra que es así como funcionan las cosas en este país. Y aunque un día soleado gane el pleito, mejor que no lo dé por cobrado. Esa es otra pelea de recursos, apelaciones, más recursos, más nietos…
Le puedo parecer exagerado, pero créame que lo sé por experiencia en propia carne. En 2020 tuve un siniestro cubierto por un seguro. Han pasado 4 años, tengo sentencia a mi favor y adivinen que: a fecha de hoy no he cobrado ni un euro. Solo deseo que esta vez haya con la tragedia de Valencia, al menos, un poco de tres ingredientes fundamentales: compasión, empatía y humanidad con tantos miles de familias afectadas que lo han perdido todo.
Buen día Miguel Ángel
De esas tengo más que de indios muertos
Por algo dicen en mi pueblo que a seguro lo llevaron preso.
Está claro
No sé puede ser más papistas que el papá.
Disfruta del domingo
un abrazo
Es igual en todas partes, el business no cambia.
Tú mismo, como dices, lo has vivido. Yo también.
Por lo tanto, no tengo más que añadir, tu ya desmenuzaste todo lo que hay en ese «corralito» de los seguros…
Tan solo desearte, como el buen amigo Aldo, que hayas disfrutado del domingo.
Y que ambos seáis felices siempre.
Un abrazo.
Hay cosas que no se puede hacer nada más que vivir con ellas, estimado Juan.
Un abrazo