El maná de las vacunas

          Según se cuenta en La Biblia, el maná fue una especie de escarcha milagrosa vertida por Dios sobre el pueblo de Israel para alimentarlo en el desierto. Desde entonces, se utiliza ese término para aquello que nos cae «de gratis» y en abundancia resolviendo las carencias más variopintas.

          En estos tiempos que nos ha tocado vivir, cada cual tiene, como siempre, sus perentorias necesidades. Pero podemos estar casi todos de acuerdo en que una o varias vacunas contra la pandemia es algo deseable por la mayoría. Como siempre, habrá quien tenga reparos en ponérsela y prescinda de ella, pero el resto, al menos, podrá defenderse de ser contaminado por un virus que lo mismo te hace estornudar que te mata en quince días de forma cruel y dolorosa.

          Para mí la decisión es fácil: se trata de usar la razón y un pequeño cálculo de probabilidades. Basta con conocer los porcentajes históricos de efectos adversos en vacunas similares, el nivel de eficacia que se compruebe por la comunidad científica, y el riesgo que uno corre si se infecta atendiendo a los factores de edad, patologías previas, etcétera. A la mayoría, la decisión razonada le va a sugerir que se la ponga.   

         Las multinacionales del gremio han desarrollado, en tiempo récord, las primeras promesas de vacunas en forma de anuncios que han revolucionado las bolsas mundiales. Es lógico, la pandemia ha paralizado la economía global de forma alarmante y, de manera trágica, en países como el nuestro. Quizá por eso, aquí el gobierno se ha apresurado a lanzar un pañuelito de consignas de marketing que le hagan sumar algunos puntos para limar la peor gestión que cabía esperar, al menos, a la luz de los datos comparativos con el resto del mundo. 

          La primera es la más graciosa de todas, y no dudo que habrá hecho que los directivos de Pfizer se vayan por la pata abajo de la risa. Y es que según nos anuncian desde Moncloa la vacuna será gratis para toda la población española. Han oído bien: gratis. No barata, sino caída del cielo como el maná. La lógica del argumento se basa en esa estupidez de que el dinero público no es de nadie y, por lo tanto, se concluye que a nadie le cuesta nada. Es el absurdo de la mentalidad que nos gobierna. La vacuna tendrá un precio medio de 50 euros, y si se vacuna solo el 75% de la población, pagaremos entre todos y a tocateja, la «módica» suma de 1.800 millones de euros. Un verdadero maná que caerá, de forma merecida, sobre los fabricantes y productores del remedio. Aun así, a muchos se les llenará la boca de gratuidad y se quedarán tan anchos.   

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