El perfil del elegido en las urnas, es decir, democráticamente por ciudadanos libres, debería pasar un exhaustivo análisis psiquiátrico antes de que su nombre pudiera imprimirse negro sobre blanco en una papeleta. Y no solo eso, sino que si después de ser elegido y tras alguna de las revisiones periódicas de su salud mental, se detectara alguna deriva neurótica o psicopatológica, se le inhabilitara de forma automática. Así, quizá viviríamos todos en sociedades más sanas.
Hay que tener en cuenta varias consideraciones: primero que en el programa político de los partidos, ese panfleto que casi ningún votante lee, no se dice, y ni siquiera se insinúa, cuáles son las verdaderas intenciones de quienes se presentan en las listas elaboradas por los jefes a base de añadir a los más pelotas y sumisos, cuando no a las más complacientes. Y por alguna de estas maniobras del azar y las papeletas llegó una tal Clara Ponsatí a las instituciones políticas catalanas.
Convendrán conmigo que esta señora, que en plena guerra en Europa, que se fugó de la justicia española por delitos graves contra su país, asevere lo siguiente en TVE2 es de psiquiatra: «la independencia de Cataluña, bien vale la vida de personas». Es un claro indicativo de desequilibrio mental. En una entrevista en la que dando pares y nones, dejó entrever que por ella que palmen unos cuantos catalanes y catalanas podría ser un precio aceptable del conflicto. Y obviamente, por su histórico de huidas en plena noche, deducimos que no se refiere a palmar ella o sus familiares, sino sus votantes y los hijos de estos.
El discurso de esta clase de gente es siempre ambiguo, sucio, lleno de claroscuros y ambigüedades. Pasa de decir en un momento de la entrevista que ella por supuesto que renuncia a la violencia y que no se refiere a eso, a meter la cuña entre pliegues de que la muerte de unos cuantos catalanes por la independencia sería aceptable. ¿De qué iban a morir me pregunto yo, de un resfriado? Los cobardes no solo suelen darse a la fuga, tampoco hablan claro, no sea que se les note demasiado.
Es desalentador ver como se nos llenan las instituciones de lo peor de nuestra sociedad: de ladrones de cuello blanco, de psicópatas, de sectarios y radicales, de gentes llenas de odio, de exterroristas, de delincuentes condenados en sentencia firme, y todos ellos se pasean con tranquilidad y chulería por los pasillos en los que se reparten el dinero y el esfuerzo de las gentes.
Es posible que como representantes del pueblo sean, desgraciadamente, una muestra de lo que tenemos en España. Pero también es posible que no, y que simplemente con el tiempo, con los sistemas electorales que tenemos, el descontrol en los partidos y el ninguneo de la justicia; la política y las instituciones hayan sido tomadas al asalto por un ejército de piratas.