Quienes ya pintan canas o se les ha caído el pelo recordarán aquel anuncio de las muñecas de Famosa en el que, con pasitos robóticos, se dirigían al portal de Belén cada Navidad. No sé si hoy sería un anuncio políticamente correcto, o por el contrario, estaría incidiendo en la perpetuación del estereótipo heteropatriarcal de dominación de género, trufado además, de una pátina inconcebible de religiosidad malsana en un Estado aconfesional. O cualquier otra chorrada rimbombante por el estilo, de las que hoy nos cuestan el dinero de los impuestos cada vez más confiscatorios.
Ignoro si esta Navidad la conocida marca de juguetes repetirá el anuncio, o lo estará rediseñando al estilo United Colors of Benetton, con muñecas transgénero, muñecos de diferentes razas y colores y un arco iris gigante. Todos en fila dispuestos a fumarse un peta en el portal con una desconocida Jesusita con un lazo morado en el pelo, mientras unos animalistas protestan por la presencia de la mula y la vaca. Lo que sí sabemos, es que el rey emérito quiere volver a España para ver a sus allegados.
Es un mal momento el que atraviesa Juan Carlos I. No la monarquía, como muchos quisieran; del mismo modo que no se cuestiona la Generalitat catalana por el hecho de que haya estado dirigida por una familia de la mafia durante décadas. Ni se cuestiona la Junta de Andalucía, por mucho que una banda de bucaneros se gastaran el dinero destinado a fomentar el empleo en polvitos mágicos para la nariz y bares con lucecitas de colores. El rey emérito también vendrá dando pasitos robóticos debido a su avanzada edad, y tendrá que poner la jeta para que se la sigan poniendo colorada.
Tendrá que venir porque es su país, y porque los españoles merecemos que dé la cara, reconozca los errores cometidos –también tuvo muchos aciertos–, repare el daño causado y, si la justicia así lo dice, pues que cumpla lo que le impongan. Ese sería un legado de gallardía que situaría al personaje en un lugar merecido para él en la Historia.
Merecemos ese acto de valentía, además, por comparación con lo que hoy tenemos en las instituciones: gente sin dignidad ni vergüenza, matones de tasca barata, chulos de telediario, exterroristas, condenados por estafar a la seguridad social, pederastas e incluso atracadores de bancos. También ignoro, como tantas otras cosas, el proceso sociológico por el que decidimos agrupar toda esa basura y meterla en el Parlamento pero… Es lo que hay, con estos polvos nadaremos en el lodo de las taifas y satrapías en las que pretenden convertir lo que queda de España esa horda que dirige el país.
Por eso el rey es un allegado para muchos que como yo, desaprobando un buen puñado de sus conductas, e incluso respetando la presunción de inocencia, entendemos que no ha sido ejemplar. Pero sabemos, que vivimos bajo las directrices de una tropa mucho más mezquina y peligrosa.
Totalmente de acuerdo con su, acertado e imparcial, artículo.