Hooligans

         Seguramente habrá oído esta palabra alguna vez (suena juligans), y es un anglicismo usado para referirse a los hinchas de fútbol ingleses. Son fáciles de ver en los campos: semidesnudos, borrachos, alterando el orden y, con mucha frecuencia, provocando disturbios y peleas en las gradas. Más de una tragedia han provocado. Quizá la más conocida por sus consecuencias fue la del estadio Heysel en mayo de 1985 en la que murieron 39 aficionados. Es obvio, que nada más verlos uno comprende que no es gente que atienda a razones.

          Esta forma de comportamiento y ceguera racional también se ha instalado en muchos ámbitos fuera de los campos de fútbol. Por ejemplo, en los bares, restaurantes, incluso en las reuniones familiares y, por supuesto, en las redes sociales y los medios de comunicación. Hay días, que incluso se producen conatos de hooliganismo en los escaños del Parlamento, divididos como las canchas de fútbol en gol norte y gol sur.

          Reconocerá el alma de un hooligan cuando descubra que solo defiende una sola cosa: lo que diga el jefe de filas. Sea lo que sea y sobre el tema que sea. En el caso de la prensa lo que digan los amos del negocio, o quienes pagan el chiringuito mediático. La otra pista inconfundible es el basto –con b, claro– conocimiento que poseen de todo: desde epidemiología a vulcanología pasando por astrofísica y cabalística. Es sorprendente, dado que no debe ser fácil adquirir tantísimo conocimiento pasando el día de plató en plató, o en Twitter, dando la matraca y mal metiendo aquí y allí.

          Ya dije que la derecha de este país se equivoca de plano con el tema de las pensiones. Blindarlas es una cuestión de justicia social y, revalorizarlas según el IPC, también. Lo diga quien lo diga. Es una cuestión de prioridades. No se puede negar algo así mientras se dilapidan miles de millones de euros en cuestiones menores como la promoción exterior de algunas regiones, se pagan sueldos estratosféricos para embajadas del feminismo o de lo que sea, o se estima el coste de la corrupción en 90.000 millones de euros al año. En todo caso, y ya que  parece no haber remedio: primero las pensiones y luego las mangadas, y no al revés.

          Estos días atrás, la derecha vuelve a tropezar en el vicio del hooliganismo, entrando al trapo para quemarse en un sin sentido. Comer sano, bajo en grasas y azúcar, con poca carne roja y hacer deporte es, lo diga quien lo diga, lo más sensato y racional que se puede hacer para mantener una buena salud. El centro derecha necesita apartarse de las maneras juliganescas que hemos visto en la extrema izquierda y los comunistas desde que llegaron al gobierno, incluso en buena parte de los socialistas. Es obvio, que al votante de centro derecha no le va tanto el hooliganismo como al gol sur. Si no, y después de lo que ha llovido y la que han montado estos colegas desde hace dos años, cómo explicarse que las calles estén serenas y tranquilas en vez de incendiadas y en llamas.      

2 opiniones en “Hooligans”

  1. Personalmente defino la situación que vivimos y la inauguró el Aznar y sus Hooligans, buscando sus minutos de glorias, después vinieron los podemitas y el resultado es, en todas las formaciones políticas sus fabricas han creado los nuevos aspirantes a políticos en sus piscifactorías, que es lo que tenemos POLÍTICOS DE PISCIFACTORÍAS no valen absolutamente nada y han salido y trasmitido a la sociedad muy mala educación, saludos Miguel Ángel y un abrazo.

    1. La identificación de una concepción con el gol Sur es, cuando menos, un halago. Porque ser del Sur no es peyorativo, le duela a quien le duela y porque tener ideales es, cuando menos, lo mínimo que ha de tener un ser humano si se quiere ser considerado como tal. Actuar como un hooligan sí que es peyorativo. En el mejor de los casos. Y va por barrios. En todos sitios cuecen habas. Lleven o no chorizo, morcilla, tocino, ternera y pollo. La cuestión es que, tal y como se te puede leer entre líneas, se puede hacer un magnífico “perol” sin necesidad de echarle basura que es, al fin y al cabo, lo que llevan echándole a la olla hace ya demasiados años esta panda que se autodenomina “clase política”. Me quedo con ese “perol” de domingo en la Sierra. Lo de los políticastros, opináticos y demás mamandurrianos, que hace tiempo que no sigo, mugre.

      Hora de comer

      Un abrazo Miguel Ángel, “sibarita” 😜

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