El término independencia ha sido históricamente entendido como positivo ya que, como no todo el mundo sabe, se usa para hacer referencia a la libertad y no al sometimiento cerril y sectario de una parte. Como palabra es, para mi gusto, un poco larga aunque elegante y de buen porte. Como proceso, suele ser traumático. E incluso resulta inconveniente cuando se usa en el relato o, no digamos ya, como título de una obra.
Eso es, precisamente, lo primero que me vino a la cabeza cuando escuché a Javier Cercas presentar su novela titulada «Independencia». Me dije: «vaya ocurrencia». Y más escuchando que la trama se desarrollaba en una futura Cataluña en la que el procés ha pasado a un segundo plano, después de dejar a esa tierra rota por la mitad, en decadencia social y económica y presa de radicales en las calles y las instituciones.
Pero el autor no se amilana con facilidad. En el ejercicio de su libertad y, probablemente de su obligación profesional, ha dado innumerables entrevistas para presentar y explicar qué va a encontrar el lector si se decide a leer el libro antes de criticar u opinar sobre su contenido. Cosa, obviamente, bienintencionada pero bastante ilusoria.
En una entrevista en un canal público llamado TV3 que se emite en Cataluña a mayor gloria de la causa, como ocurre ya con TVE1 en Madrid, o con Venezolana de Televisión en Caracas, se le ocurrió decir que España es una democracia consolidada según todos los estudios y observatorios internacionales. Algo que no casa por aquellos pagos con el concepto de libertad ni con el de independencia.
Las críticas no se hicieron esperar, la jauría tuitera lo puso a caldo en cero coma hasta nombrarlo poco menos que oficial de la Falange con el mismo tino que a los almirantes Cervera, Gravina y Churruca los hiciera franquistas un alcalde de esos de nuevo cuño intelectual. Incluso, a Cercas llegan a acusarlo de alentar un golpe militar en Cataluña.
La palabra independencia ya no es lo que era. Ahora es solo un producto sobado continuamente por cantarines bien pagados y defensores de la posverdad, de los relatos alternativos y, de una parte sectaria y radical que entiende que el término hace referencia, simple y llanamente, a lo que ellos digan qué es libertad.