Okupas de Puerto Hurraco

          El 26 de agosto de 1990 los españoles nos vimos conmocionados por las noticias que nos llegaban de una pedanía extremeña, de nombre Puerto Hurraco, perteneciente a Benquerencia de la Serena en la provincia de Badajoz. Allí y entonces, un cúmulo de mal querencias cocidas a fuego lento, de odios macerados con paciencia más un detonante en el momento preciso, provocaron lo que la historia reciente de España conoce como la matanza de Puerto Hurraco. 

          Aquella fatídica tarde de chicharras, de vino peleón, de ladridos de perros y de fiestas populares,  fue recreada en la película el 7º Día dirigida por Carlos Saura con guión de Ray Loriga. El balance de aquel desbordamiento de inquinas y venganzas se saldó con nueve muertos, entre ellos, dos niñas menores. 

           Treinta años después, desaparecidos los autores de la matanza, algunas políticas y decisiones parecen buscar un nuevo episodio nacional de corte y factura similar. La tragedia se había fraguado mucho antes, a partir del atentado contra la propiedad de una de las dos familias cuyo balance fue un incendio y una muerte como consecuencia del siniestro. 

          La última iniciativa legislativa insta a los jueces a no desahuciar a aquellos que ocupen una vivienda ajena si no ha mediado violencia física o intimidación, es decir: si han aprovechado el descuido del propietario o su ausencia temporal. Cabe esperar que la caterva, a la que se le está indicando que en España se puede uno apoderar por la cara de la vivienda de otra persona, se sentirá apoyada e impulsada a cometer el peligroso dislate de atentar contra lo ajeno.

          Como es habitual, las políticas populistas y radicales solo ven una cara de la realidad: la suya, y por lo general, obvian el resto de peligros y posibles consecuencias. Los okupas andan la mar de contentos localizando casoplones o edificios donde meterse y montar sus comunas de papelinas, tenderetes de trapicheo y albergues de remanguillé donde ejercer todo tipo de actividades ilícitas.

          Esta irresponsable deriva los pone en el riesgo de que, más temprano que tarde, den con el sitio equivocado, en el pueblo o la zona errónea, y con los propietarios legítimos descendientes de aquella España de los noventa hasta los cojones de provocaciones, impuestos salvajes, usurpaciones, robos y falta de justicia. Y mucho me temo que volveremos a vivir una tarde de cartuchos de escopetas recortadas disparados a discreción, de cadáveres por recoger de una calle cualquiera y, en definitiva, de una nueva matanza de Puerto Hurraco.   

    

2 opiniones en “Okupas de Puerto Hurraco”

  1. Miguel Ángel, desafortunadamente el populismo ha encontrado su una puerta que le es rentable, por lo que todo lo demás le importa un carajo. Un abrazo

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