¿Plan, qué plan?

          Hace alrededor de tres décadas un político sevillano puso de moda aquella frase que decía: ¿Juez, qué juez?, aunque sonaba más o menos como «jué qué jué? Eran los tiempos de los despachos extraoficiales donde, al más puro estilo cacique de pueblo, el hermano del señorito recibía aduladores, medradores, conseguidores, buscavidas y, hay quién asegura, que no todas las profesiones eran ejercidas por hombres. 

          Unos años después, en el fondo norte, donde el tres por ciento se convirtió en un estilo de vida, o en una divisa y seña de identidad, otro político hizo célebre la frase: ¿Qué coño es eso de la UDEF? Y, ciertamente, el individuo vivía tan ajeno a la realidad que le parecía imposible que existiera alguien o algo que desafiara el lucrativo modus operandi. Una vida regalada para que unos hijos bien adiestrados se hicieran ricos a lo Rockfeller con dinero de los impuestos de todos. 

          Cada vez que oígo la monserga esa de «somos servidores públicos», siento una irreprimible náusea. Un asco que me viene de imaginar a ese malogrado botarate yendo a las cercanas Tres Mil Viviendas a comprar papelinas de cocaína para luego consumirlas con su jefe, su cubata y su paquete de Marlboro con las señoritas del Don Angelo. Allí, como un reyezuelo analfabeto, contemplando por la ventana el Benito Villamarín, mientras los parados de Andalucía caían en la desesperanza y la pobreza. A la misma hora, un tal Bárcenas, más fino y pulcro que el andaluz, amasaba millones robados a los españoles y los escondía en Suiza. La lista es interminable.

           El plan siempre ha sido el mismo: robar y enriquecerse. Punto. De los partidos que vinieron a regenerar España, lo mejor que puede decirse es que se acercan más al estatus de banda mafiosa que de partido. Que han llegado, tras engañar a unos y otros, con verdadera voracidad por colocar a los suyos, a sus familias, mujeres o amantes, amigos, y en apresurarse en vivir con todo lujo comunista de detalles: chaletazos, criadas, seguridad pública, aviones para ir a conciertos, repartir títulos de catedrática a la parienta, y eso sí: todos ellos con sueldazos de vértigo. Mientras amenazan con que no se podrán pagar las pensiones, hunden las esperanzas de las nuevas generaciones y demuestran su inoperancia durante la pandemia. 

          Dicen que las graves revueltas que se están produciendo estos días es porque han encerrado a un tipo con claros ramalazos de psicópata en lo que dice. Pero yo creo que no se trata de eso: se trata de que la gente se ha dado cuenta de que el plan para España es que no hay plan. Que ahora tenemos el riesgo de que, simplemente, una nueva banda de bucaneros alienten la violencia para mantener entretenida la rabia y la frustración; y ante el desastre económico fomentar las revueltas para que seamos cada vez más caribeños, mientras ellos continúan con sus orgías a costa de todos nosotros.  

              

2 opiniones en “¿Plan, qué plan?”

  1. Miguel Ángel, en la transición sí hubo proyectos y plan, pero sucedió? pues que los partidos empezaron a ser empresas.
    Probablemente el peor ejemplo de estas empresas empezó en Sevilla con el hermanísimo.
    Y después, todos a ser funcionarios del partido y les importa una leche el ciudadano, porque sus problemas es seguir en el poder, cueste lo que cueste y caiga quien caiga.
    En fin hay para escribir media docena de libros de 1.000 páginas cada uno.
    Y esto es lo que se ha creado y consentido por todos los partidos.

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