El hermano babas es ese personaje de tintes claramente psicopáticos y chulesco que hemos visto bailar junto al gorila Maguila encima de una tarima de madera en Venezuela. Dos tipos con pintas de estar ambos hasta las cejas de farlopa. No me cabe duda de que les debe de dar mucho subidón creerse intocables, aunque sea temporalmente, mientras adoran las cuentas que llenan de euros o dólares del narcotráfico. Seguramente, se les pone tiesa como el mármol después de esnifar unos gramos de blanca Cabello y, digo yo, que quizá por eso, se vuelven sus seguidoras y seguidores tan gelatinosas las unas y gusanillos los otros como si fueran todes de blandiblú.
Que a los capos y sus cohortes de guarras y piratas no les importe el futuro no me extraña; si no les importa el suyo, como para importarles el nuestro. Pero lo que me tiene un poco desconcertado es que tanto tonto monte tanto, desde Zapatero a Sancheando: una veces a pie y otras caminando. Sabemos que la ideología siempre fue escudo de la infamia, eso ya ocurre en algunos partidos desde hace 140 años: un reducto donde muchos miserables se escondieron detrás de las palabras huecas.
Pensaba esto porque admiro a determinados personajes del sainete contemporáneo. No puedo evitarlo. Ver a un tipo chulo, gordinflón y cateto, con menos letras que la matrícula de un patinete; barriga vacilona, sonrisa bobalicona, escroto colgante y gargajos fonéticos alternos entre una garganta profunda y una vomitona resacosa, enarbolar una moción de censura para acabar con la corrupción. Fue, simplemente, un esperpento. Una broma escatológica. Porque era obvio el objetivo a la vuelta de la esquina, y tan solo un mes más tarde: más putas, más coca, mas robo, más chuleo, más chalés, más vacile, y más de lo mismo.
Imagino entre la pena y el asombro, cómo después de salir al balcón a decirnos que ellos eran los adalides del feminismo, la libertad, contra el fascismo y cuarenta gilipolleces más, lo que ocurría al cerrar la ventana. La tarjeta visa oro picando el polvo blanco entre el humo de tabaco, el catálogo de putas abierto por la mitad con fotos a color y él, el regenerador de la democracia, señalándole a la montaña de sebo que le seguía a todas partes con el dedo índice y la uña mugrienta: «tráeme a esta, la Jesica». Y después de unas risas, añadiría: «Hacienda zemos todos, pero que no se entere Marizú».
En otros lares no muy lejos de la escena, sus socios de gobierno tenían suficiente rebaño entre las feministas más radicales: tan gritonas para la calle, tan calladas para adentro, mientras el niño carita de bueno aprovechaba en cualquier ascensor para sacarse el miembro enhiesto y frotarlo contra ellas, o el curita rojo con la camiseta de Venezuela y la nariz empolvada las sobaba con su aliento podrido. Entre ellas, que tragaban y callaban, ahora sabemos que lo llamaban el babas; el hermano babas, debemos suponer. En fin, con esta escoria negociamos el futuro de nuestro país y de nuestros hijos, a esta basura le encomendamos nuestro dinero y esfuerzo. Que Dios nos pille confesados, y que caiga el meteorito de una puta vez.
y que caiga el puto meteorito de una vez, a ver si nos saca de esa anestesia colectiva en la que vemos todo lo que describes y ya nos parece de lo más normal……y todos felices con el circo montado. Abrazo amigo.
Que así sea.
Querido amigo Miguel Angel, cada vez me sorprenden más tus artículos y argumentos, lo que ocurre en España no tiene nombre o si .Es un auténtico desastre y despropósito, con el agravante de que aquí no pasa nada , y lo tomamos como normal . Pero también estoy convencido que esto tarde o temprano acabará .No hay mal que cien años dure. Un abrazo y enhorabuena.
Paciencia, no queda otra.
Valiente.
Esta palabra define al autor.
Verdad.
Esta concepto define su obra.
Nada más que decir, Señoría.
Gracias, querido. Un abrazo.