Decía Manuela Carmena hace unos días que había creído en el espíritu del 15M hasta que llegó el gran desengaño: sus líderes e impulsores habían venido para hacerse millonarios. Menudo descubrimiento hizo la exalcaldesa de Madrid. O sea, les vio la pinta a aquellos bolivarianos que se metían el oro de Venezuela en los bolsillos a manos llenas y pensó: eso va a ser para mejorar la vida de la gente de Vallecas. En fin, cada cual se deja engañar como mejor le parece o conviene en cada momento.
Desde entonces hasta el día de hoy, 23 de julio de 2023, el engaño se ha convertido en una peligrosa divisa nacional. Más de lo que ya lo era. Engañar, lo que se dice ahora cambiar de opinión, también lo hicieron los anteriores. Montoro, que el diablo se lo haga pagar a él, nos empitonó literalmente con aquella sonrisita de Gollum. Babeaba cuando nos decía que la culpa del desastre económico de Zapatero (y era cierto), lo íbamos a pagar con un sanguinolento destilado de impuestos.
A estas alturas de la película patria mi reflexión de ayer no fue, aunque pueda parecer otra cosa, que todos son iguales. Ni de lejos. Ladrones y arribistas hay en todos los partidos, y eso no va a cambiar. Recuerdo que me decían algunos colegas a su paso por Ciudadanos, que en el momento de su apogeo llegaban riadas de nuevas incorporaciones. Casi todas tenían un denominador común: una delicada situación profesional o una posición oportuna para aprovechar el calorcito que pudieran ofrecer los presupuestos públicos y el poder. No les dio tiempo.
Con todo, quizá hay que hacerse la pregunta de si esta clase política existe porque los ciudadanos somos muy parecidos a los políticos, en términos generales. Quizá también nos gusta y aceptamos lo mismo que ellos: el aprovechategui fácil, la mamela si nos cae y el oportuno empujoncito para arriba del amiguito bien posicionado. Expertos en estas formas de llenar el plato son los periodistas. En esta campaña les hemos visto entregados como nunca. Sosteniendo mentiras con balcones a la calle a capa y espada, sin pulcritud, sin dignidad, sin la menor vergüenza. A las ordenes de sus amos como harían con cualquier autócrata en cualquier dictadura bananera. Y a una pléyade de altos cargos y cargas aplaudir como focas cualquier gilipollez del gran líder. A lo norcoreano, para entendernos.
La reflexión a la que uno puede llegar es que a muchos de los españoles España les importa una mierda. Por España me refiero a todo el territorio nacional. Es decir, que a los líderes vascos las vascongadas les importa la misma mierda que a los nacionalistas catalanes Cataluña y los catalanes. Esto, hasta cierto punto, era conocido. Lo inédito, y a lo que hay que dar respuesta hoy es al insólito hecho de haber puesto al mando del ejecutivo a un tipo al que, además de hacer del engaño su modus operandi, lo único que le importa es lo que ve en el espejito mágico con el que, no me cabe duda, ha mantenido largas conversaciones. Un Nerón con corbata y un pin en la solapa.
Que cierto Miguel Àngel
Gracias, Jorge. Yo ya lo he botado.
efectivamente…hay que botarlo….pero con lastre en las bodegas para que llegue bien al fondo.
la pena será que otros perros con distinto collar vengan… Esperemos a ver…
Tomás, gracias: Yo ya estoy haciendo las palomitas, la noche va a ser larga.
Un abrazo.
Botado también por mi parte. Aunque, si somos muchos los que le hemos botado, y son más los que le han votado, no nos queda otra que sufrir cuatro años más crucificados.
Mi cuerpo ya está hecho trizas, y en el hogar no quedan ni retales… este verano, a la familia sólo nos queda ir sin más que con lo «colgao» a una playa nudista, rezando y rogando a Dios que no hagan pagar para acceder a ella; que nos provea de pescado que, al nadar, penetre libre en nuestras entrañas; y que alargue el estío y ese calor hasta por lo menos cuatro años más o añas…
Seguro que de darse el caso que comentas, estimado Arturo, España seguirá estando donde está, otra cosa es en qué estado, o qué clase de país seamos en adelante. Y lo que sería me temo no será nada ejemplar.
con mucho dolor tengo que reconocer que esta sociedad nuestra esta enferma, ciega, egoísta,conformista y lo peor comprada si no , no se puedo entender lo que pasó ayer😪😪😪😪
Pues sí, es una sociedad en decadencia. Quizá lo que pasa es que, hoy por hoy, España tiene más o menos, tantos enemigos o más entre su población como gente que dispuesta a defenderla.