La goma rota

          La goma rota suele ser el resultado que se obtiene cuando se la estira más allá de lo prudente. Es una mera cuestión física, la consecuencia de una presión ejercida en direcciones opuestas sobre un material más allá de su capacidad de resistencia. ¿Quién no ha experimentado la experiencia y se ha llevado un latigazo en la mano? ¿Quién no se ha dejado llevar por el impulso al inflar un globo y lo ha estallado?

          Pensaba esto porque me vino la idea de que las sociedades en general, y la española en particular, son como una goma. De hecho, una que ya se ha roto en múltiples ocasiones y ha sido sustituida por otra que los españoles nos volvemos a encargar de romper cada cierto tiempo. La última vez que se nos partió por la mitad, una parte de nosotros la estiraba por un extremo y la otra mitad por el opuesto. El resultado fue tan funesto como todos conocemos, al menos, quienes hemos leído un mínimo de Historia no tuneada.

          Lo curioso del tema es que siempre hubo quien sacó beneficio del roto, y que por lo general suele ser quien lo provoca. Hoy a ese juego lo llamamos polarizar. No es un fenómeno exclusivo de nuestra tierra, pero si muy de nuestro gusto y, en particular, del gusto de cierta clase política. Una en concreto que carece de memoria objetiva, que practica la verdad selectiva, que incita los más bajos instintos removiendo rencores y que, en definitiva, solo entiende el concepto de libertad desde la perspectiva de que gobiernen ellos. Ellos o nadie. Es un argumento simple: o gobernamos nosotros o el infierno.

          Este es un método que no ha funcionado nunca a medio largo plazo. A veces cae como fruta madura, otras desgraciadamente por una reacción violenta contra el sistema, y en no pocas ocasiones con la huída por la puerta de atrás. El polarizador lo usa todo: el dinero, la mentira, la traición, la indignidad, la manipulación, la amenaza, la coacción y, en fin, un largo etcétera. Una caja de herramientas difícil de combatir, y que con frecuencia se vende como la solución contra los que tiran del otro extremo de la cuerda.

          La España de hoy, probablemente nunca había estado tan dividida y enfrentada desde la década de los años 30 del siglo pasado con el Frente Popular, un antecedente de lo que hoy llamamos gobierno Frankenstein. Por un lado, un saco de retales defendiendo cada uno su puchero, su chiringo y sus mamelas a cambio de humillar el voto. Por otro lado, media España asistiendo atónita a una reedición de saqueo, perversión de leyes e instituciones, indultos a delincuentes y orgía sin cuento a cambio de seguir en la pomada. Un cuadro, pero roto por la mitad, de arriba a abajo. 

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