Ignorantes e inhumanos

          Casi todo el mundo ha oído mencionar en alguna ocasión la siguiente frase: «La ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento». Es el conocido artículo 6, apartado 1º, capítulo III del Código Civil español. Y esto es así, no porque cada persona deba leer o conocer las más de cien mil leyes escritas en un millón de folios que poseemos para regular nuestra convivencia, sino porque no saber no nos servirá de excusa para eludir la acción de la ley llegado el caso.

          Sin embargo, hay algunos recursos que nos liberan de la necesidad de conocer tantos códigos, apartados y normas como nos imponen sin que en la gran mayoría de los casos jamás lleguemos a conocer su existencia, entre ellas: el sentido común, que como también el lector habrá oído es el menos común de todos los sentidos, la educación y la empatía. 

          Hace unos días despertamos con la desgraciada noticia de que alguien circulando en un patinete con imprudencia por una acera había atropellado a Pilar, una señora de unos 70 años. Y que lejos de ayudarla la dejó allí tirada en el suelo. La mujer falleció unos días después a causa de los traumatismos sufridos. El presunto homicida se dio a la fuga. Sin importarle de quién era madre, abuela, o esposa. Algo que tantas veces hemos visto hacer a conductores después de matar a uno o a varios ciclistas en la carretera. 

          Hace meses, antes incluso de la pandemia. En un paso de peatones me vi obligado a frenar bruscamente ante la aparición de varias bicicletas: una mujer, dos niñas y un hombre. Alerté al hombre de que debían bajarse de la bicicleta por su seguridad, y para que las menores aprendieran seguridad vial y no se pusieran en riesgo. El energúmeno simplemente me insultó: hijo de puta, me dijo. Y siguieron todos en su cómodo paseo en bici.

          Supongo que aquel tipejo, que debe seguir viviendo tranquilamente en Paracuellos de Jarama, es el mismo desalmado capaz de dejar a un ciclista moribundo en la cuneta; sus hijas mañana dejarán morir a otra Pilar en la acera si la atropellan con un patín y, además, vivirán en su confortable ignorancia creyendo que la razón está de su parte. Y que si la próxima vez, por desgracia, el coche les pasa por encima en un paso de peatones querrán tener la razón.

          Son los peligros de vivir en la ignorancia siendo un patán y un desalmado.  

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