La mudanza

          La mudanza es una de las situaciones más estresantes por las que pasa un individuo en la vida. Sé bien de lo que hablo, igual llevo 15 o 20 en mi historial, y en la última década he contado media docena. Las he tenido de todos los tipos: hecha por profesionales, con desperfectos de los que nadie se hace cargo, con desapariciones de pequeños enseres y hasta traumáticas y peligrosas. No recuerdo ninguna exenta de alguna anécdota o imprevisto.

          Cuando haces una mudanza te das cuenta de esa tendencia del espacio vacío a ser ocupado por «cosas» de toda índole y condición. La mayoría inútiles, que llegaron un día a un rincón y allí han permanecido en el olvido hasta el momento de su traslado al vertedero. Cantidad de trastos que ni querías cuando llegaron a la casa fruto de un impulso por acaparar, ni los quieres cuando te mudas. He oído de casos de cajas cerradas que han viajado de la vivienda A a la vivienda B después de 5 años sin ser abiertas. 

          Otro efecto típico es que aparecen algunos objetos que habías buscado en diferentes ocasiones. Habías usado el detector de metales, perros adiestrados y realizado batidas con los niños y la señora de la limpieza sin el menor resultado. Incluso habías colgado un cartel de se busca en la cocina, por aquello de que siempre hay un cuñado que tropieza con todo y no es cuestión de que lo pase por alto. Aparece cuando menos lo necesitas, o incluso después de que haya sido reemplazado por algo más moderno y molón.   

          Lo que dejas atrás una vez han pasado los de la mudanza se parece mucho a un campo de batalla, y lo que te encuentras en destino tiene el aspecto de un desembarco. Atrás cuando echas un vistazo ves las cicatrices de los años vividos: los arañazos en el suelo de madera y las manchas de humedad, los desconchones que ibas a reparar, las telarañas escondidas detrás del mueble grande y la fauna que habitaba debajo del frigorífico o el lavavajillas. Seres diminutos que vagan por el suelo deslumbrados por la claridad en busca de un sitio en el camión de la mudanza. 

          La parte positiva es que si se sobrevive a la mudanza, uno aprende que ni los objetos ni los metros cuadrados son flexibles. Lo que antes cabía ahora no cabe, o al revés, lo que antes ajustaba perfectamente ahora parece minúsculo y ridículo en su nueva ubicación. Una mudanza es peor que un dolor de muelas. Algo así como una visita al dentista para que te hagan una endodoncia con el agravante de tener que limpiar la consulta una vez terminada la intervención. Y encima pagando.  

4 opiniones en “La mudanza”

  1. Jajaja 😂 😂
    Sé bien lo que es eso.
    Te lo pongo de la siguiente manera: Imaginate todo lo que comentas mudandote de un país de un continente a otro.
    Estarás de acuerdo conmigo que nos dará para unas cervezas 🍺 un par de cafés ☕️ y tal vez algo más, porque conlleva un lapsus de tiempo para contar.

    1. Gracias, colega; otra buena consecuencia es que se abren nuevas oportunidades allí donde llegas o regresas.
      Un saludo

  2. ¿Te puedes creer que yo he tenido también varias mudanzas en mi vida y me gustan? Debo de tener algún cromosoma de masoquista, jaja… Aunque no llego a ser Marie Kondo, sí que es verdad que cada vez soy más del grupo que se encuentra con más espacio después de la mudanza de rigor.
    Buen artículo, compañero. Enhorabuena, como siempre, y un abrazo escritor.

    1. Como se suele decir, puerta que se cierra, ventana que se abre. Para mí las mudanzas suponen un esfuerzo mental y de tiempo muy importante. Y como bicho poco adaptativo que soy me lleva tiempo recuperarme. No sería yo de los supervivientes en un holocausto.
      Un abrazo, Adela.

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