Me gusta la fruta

          Lo dijera o no Nicolás Maquiavelo, el fin no siempre debería justificar los medios. Los criterios absolutos son peligrosos de nacimiento, como los sujetos que los ponen en práctica. La gente sensata valora los riesgos y las posibles consecuencias de sus acciones porque, por suerte, no nos regimos por la ley de la selva. Esta regla tan sencilla no aplica en algunas mentes, a la luz de lo visto y oído esta semana en este país.

          Uno de los dislates más frecuentes es que nuestra casta política puede hacer las leyes que quiera porque es la voluntad del pueblo: una aseveración tan falsa como un euro de madera. Lo hemos visto en la Historia del siglo xx. Adolf Hitler ganó las elecciones democráticas en Alemania en 1933 y llegó al poder. Una de sus premisas fue «haremos las leyes que necesitemos», y dicho y hecho. En 1935 se aprobaron las leyes raciales de Nuremberg, destinadas al exterminio de la raza judía. Hoy, según muchos tertulianos de la tele bienpagá, aquella decisión de los nacionalsocialistas sería legítima y ajustada a Derecho.

          Que haya cabezas poco equilibradas e irrecuperables no quiere decir que como sociedad tengamos que seguir los delirios de un desequilibrado. La democracia se basa en los contrapoderes, precisamente para que no se repita la Historia del siglo xx. No hay nada que incomode más al déspota y al autócrata que la división de poderes: Motesquieu versus Maquiavelo. Lo venimos observando en tantos países en Latinoamérica que resulta sorprendente la ceguera patria y el advenimiento de masas confundidas.

          Cuando oyes a personas cultas que se proclaman demócratas decir barbaridades como: «cualquier cosa antes de que nos gobierne esa otra gente», enseguida descubres su verdadera forma de pensar. Lejos de ser demócratas son sectarios y radicales, no reconocen al otro ni admiten opciones. Se arrogan el poder hacer leyes para prohibir partidos, encarcelar opositores, cerrar medios de comunicación o que se yo, ya puestos a enloquecer, hacen legal el robar y perdonarse ellos mismos los delitos y aprobarlo en el Parlamento.

          Vienen tiempos oscuros y difíciles cargados de insanos atracones de los atracadores más hambrientos. No hemos querido verlo a pesar de que todas las alarmas saltaron hace años. Ahora es tarde. Ya no necesitan esconderse porque, según esos supuestos demócratas, la voluntad del pueblo es que tienen derecho a pegarse una orgía a costa de media España con tal de que el Joker siga riéndose de todos nosotros. Yo, mientras aguardo la que se nos viene encima, aprovecho y me cuido tanto como puedo. Suerte que a mí me gusta la fruta.     

4 opiniones en “Me gusta la fruta”

  1. a mi tambien me gusta mucho la fruta, espero y deseo que en este país aumente mucho el consumo de fruta, ahora que viene la época de los cítricos

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