Samarcanda y la fatalidad

          Leía esta semana en las clases de literatura que impartió Julio Cortazar en Berkeley, un relato de origen persa que, según parece, inspiró al novelista norteamericano John O`Hara para su obra «Cita en Samarra». Una historia muy conocida sobre la fatalidad que ha sobrevivido hasta nuestros días. La muerte, en definitiva, tiene una cita con cada uno de nosotros, y no importa donde nos escondamos o lo lejos que huyamos. Acabará encontrándonos según está en la agenda del destino.   

          Pensaba en ello cuando, de forma inevitable como para la mayoría de personas con acceso a una televisión o a Internet, me llegó la trágica e insólita noticia del Titán. Primero, lo descabellado de la misión: cinco personas empeñadas en descender, en una especie de cachalote hueco de metal y fibras, al abismo donde duermen desde hace más de cien años los restos del Titanic. Un coloso de la ingeniería de primeros del siglo XX, con lo más representativo de nuestra especie: la riqueza, la pobreza, las ambiciones y las esperanzas, el amor, la traición y, como viene siendo habitual, la desgracia y la muerte.

          Cinco peculiares individuos, que uno no sabe bien si eran exploradores o turistas, o habían sido avisados, como en la historia de Samarcanda, de que la muerte les andaba buscando y trataron de huir a lo más profundo del planeta. Pagaron por ello una cifra millonaria, por un pequeño espacio cerrado con el oxígeno suficiente para despistar a la parca y volver a subir a la superficie sanos y salvos. Una vía de escape que no está al alcance de casi nadie.

          No sabremos nunca si alcanzaron su destino ni si lograron ver los restos del pecio en descomposición. Si pensaron, que allí camuflados entre los restos de más de mil vidas, a la muerte no se le ocurriría volver a mirar donde ya estuvo con tantos para encontrar a tan pocos. Nunca sabremos, en fin, si el dinero entregado para el billete de ida no era, después de todo, sino las monedas exigidas por Caronte para cruzar a salvo al otro lado.

          La muerte, además de igualarnos a todos, juega con ventaja. Sabe más que nadie de matemáticas, y eso es algo con lo que hay que contar. No solo puede desplazarse a gran velocidad de un lado a otro por el mundo, surcar valles, escalar al Everest o sumergirse en lo más profundo del océano. También es paciente. Quizá por ese motivo, el 12 de abril de 1912 después de contar con los dedos de un mano se dijo: «voy a descansar un rato, que aún me faltan cinco que llegan con retraso».   

12 opiniones en “Samarcanda y la fatalidad”

  1. Miguel Angel…como siempre bonito ,poetico,y bien ilustrado..tu articulo…..
    Pero…..me Asalta una gran inquietud……
    Llevamos dias el mundo entero loco por saber…
    Todos los medios volcados…..
    Por una extravagante decision..de unos aventureros ricos..y caprichosos………
    Y…..DE VERDAD…ninguna inquietud….por el barco a la deriva
    con tantos emigrantes acinados que han muerto…por tener una mejor oportunidad en la vida….¿ Acaso sus muertes son Menos Importantes?????? y el mundo ..
    MIRA PARA OTRO LADO……Creo que NO HAY CONCIENCIA!!!!!!

  2. Como lo cuentas hasta me lo creo. Los cinco pasajeros de Titan que hicieron falta en el Titanic. Demasiadas coincidencias. Pienso que a los muertos hay que dejarlos en paz. Sé que hay gente que paga por hacer giras a cementerios famosos y países que festejan la muerte como tal. Pero en medio del oceano a cuatro mil metros de profundidad me parece demasiado osado y toda osadía como bien dices tiene su pago.

  3. Estimado Miguel Ángel:

    Desciende usted como nadie por vericuetos tan difíciles y profundos como la complejidad del alma humana, y además, con esa pizca de gracejo andaluz que borda la última frase del texto.

    Súper enhorabuena.

    Saludos cordiales.

  4. Miguel Ángel
    Como bien dices la muerte está esperando por nosotros y lo hace con ventaja, nadie se salva de esa cita. Todos queremos que se presente lo más tarde posible.
    Lo qué pasó esta semana resulta muy triste, en ambos casos noticiosos. Unos buscando una vida mejor y los otros….. Y digo yo, habiendo tantas maravillas que ver sobre la tierra que necesidad habría de buscar en el fondo del mar, donde resulta muy dificultoso ver algo …y muy peligroso

    1. Gracias, Ana: a veces las personas tienen la tentación de acariciar al diablo mientras duerme y este se despierta de improviso.
      Un abrazo.

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