Decía el desaparecido sociólogo polaco Zygmunt Bauman, que la sociedad líquida devoraba los vínculos humanos debido a la incertidumbre creada por la vertiginosa rapidez de los cambios sociales. Idea que me hizo pensar en el concepto de amistades líquidas como una derivada del amplio pensamiento del eminente profesor. La mayoría de las características que aplican a la sociedad líquida: pérdida y rotura de la identidad colectiva, el desempleo, las verdades maleables, cuando no prescindibles, etcétera, aplican a las relaciones de amistad.
Quizá sea necesario haber llegado a una cierta edad, digamos que por encima de los 40, para disponer de experiencia y perspectiva suficientes para echar la mirada atrás. Hacia aquellas personas que un día formaron parte de nuestro día a día, que participaron de nuestros anhelos y deseos, de nuestras ilusiones, así como nosotros correspondimos de igual manera. Hasta que en algún momento, aquellas relaciones se diluyeron como un azucarillo en el café.
¿Quién no ha tenido amigos de la niñez que un día dejó de ver y nunca más volvió a saber de ellos? ¿Qué fue de aquellos chavales del instituto con los que pasábamos los días entre risas, pateando balones, contándonos las primeras conquistas, o pasándonos los apuntes de alguna asignatura? ¿Cómo les fue en la vida? De algunos se tiene, muy de tarde en tarde, alguna noticia de segunda mano. A veces, malas noticias, peores mientras más años van pasando. De otros muchos, ni siquiera eso. Y quizá sean ellos los destinatarios de nuestra mala nueva en algún momento. ¿Te acuerdas de fulano…, pues…?
Pensaba en ello porque ahora vuelvo a cambiar de ciudad, después de 14 años. Vuelvo a Sevilla por razones profesionales. La primera vez que abandoné mi barrio y entorno para ir a trabajar y vivir en Madrid fue allá por 1991, después regresé unos años más tarde, pero volví a salir en 2009. Me he mudado de vivienda, exactamente, en 15 ocasiones. Y he vivido en varias ciudades desde entonces, en todas ellas he dejado amigos y enemigos. Qué se le va a hacer, uno es como es. El balance creo, no obstante, queda más o menos equilibrado.
Como yo, muchas personas de mi generación han llevado una vida líquida (cervezas incluidas), y nos hemos dejado casi todo el pelo en la gatera. Ahora tenemos otras amistades, nuevas relaciones profesionales con las que vivimos el día a día unidos por intereses que, a veces, se parecen a una amistad. El roce hace el cariño dice el viejo refrán. Puede ser. Sin embargo, aquella rapidez de los cambios sociales y la incertidumbre en la que vivimos y que identificó Bauman continuará creciendo. A nosotros nos queda la tarea de conservar las relaciones y amistades capaces de honrar las que ya perdimos.